¿Se puede modificar una conducta?
Juan es una niño de 3 años que
cuando llega al colegio llora, grita y patalea sistemáticamente por una
excesiva "ansiedad por separación" de sus padres.
¿Se puede
modificar este comportamiento?
Cuando un niño nace, no sabe
jugar, estudiar, pensar, querer a los demás, prestar atención, hablar… Todas
estas habilidades y conductas y la inmensa
mayoría de las que un niño manifiesta las va aprendiendo
a lo largo de los días y los años. Los padres, maestros y otras personas de la
comunidad intervenimos de manera decisiva en ese largo y complejo aprendizaje
Las rabietas, agresiones,
peleas, miedos, timidez, desobediencia, problemas con las comidas... y la
mayoría de los problemas de conducta que los niños
presentan durante el desarrollo de su personalidad también los aprenden, no nacen con ellos. Y también en ese
aprendizaje intervenimos activamente nosotros.
Jugar, pensar, tener miedo…y la
mayoría de lo que un niño hace, piensa y siente
son conductas aprendidas. Para comprender a los niños, prevenir sus
dificultades y ayudarles a resolver sus problemas es importante, pues, que
sepamos explicar cómo aprenden sus conductas y sus problemas de conducta y cómo
cambian y desarrollan su modo de comportarse.
¿Cómo?
1. Retirar la atención.
Un procedimiento muy eficaz para reducir o eliminar los problemas cotidianos de
conducta de los niños es ignorarlos, no a
los niños, sino a los niños cuando se comportan de manera inadecuada, es decir,
eliminar la consecuencia (atención) que hasta ahora su conducta inadecuada
había tenido. Cuando retiramos la atención a esas conductas (mirando hacia otra
parte, marchándonos a otro lugar…), el niño comprueba que comportándose de ese
modo ya no obtiene la recompensa de nuestra atención. Recordemos que
sermonear, gritar, poner cara de desaprobación mirando al niño, etc.… son modos
de prestar atención y, por tanto, de reforzar conductas que no deseamos. Este
procedimiento requiere tener mucha paciencia y autocontrol por parte del adulto; persistir en ignorar
mientras que dura el comportamiento es algo costoso, pero no imposible ; si lo
hacemos comprobaremos como puede ser que en un primer momento la conducta
inadecuada , por ejemplo, llorar o insistir en que le compremos algo, aumenta;
el niño intenta por todos los modos que esa conducta siga siendo eficaz para
conseguir su objetivo , que le cojamos al brazo o que al final le compremos lo
que quiere; pero si nosotros nos mantenemos firmes haciendo extinción, no solo
en ese momento se callará…sino que aprenderá para el fututo que esa conducta ya
no va seguida de esa consecuencia que el obtenía en el pasado , que eso ya no
funcionan, por lo que , ante una nueva situación, no sólo no la llevará a cabo
sino que intentará realizar alguna otra que sea más eficaz…pedirnos por favor,
sin llorar, sin tirarse al suelo, que le subamos al brazo, y aprenderá a que no
siempre que se va a hacer la compra hay que comprarle “algo”. A posponer el
refuerzo.
2. Prestar atención a conductas
positivas y contrarias a las no deseadas. A fin de que la
técnica de ignorar las conductas no deseadas resulte mucho más eficaz es muy
conveniente reforzar, prestando atención, las conductas positivas. Es decir,
debemos estar atentos en pillar y reforzar
a nuestros hijos y alumnos cuando muestren conductas positivas o contrarias a
aquellas que queremos eliminar. Debemos hacer esto sin añadir reproches o comentarios sobre la conducta
inadecuada como cuando decimos: “Hoy estás muy bien si no fuera por lo que me
haces sufrir a veces…”
Haz una lista de varias conductas positivas y competentes que realiza, durante el día, tu hijo o alumno y trata de dedicar, a partir de hoy, más tiempo a pillarle en ellas y a reforzarlas más bien que atender a las conductas inadecuadas. Los resultados pueden ser sorprendentes.
Haz una lista de varias conductas positivas y competentes que realiza, durante el día, tu hijo o alumno y trata de dedicar, a partir de hoy, más tiempo a pillarle en ellas y a reforzarlas más bien que atender a las conductas inadecuadas. Los resultados pueden ser sorprendentes.
3. Retirar otras recompensas.
En ocasiones será conveniente el suprimir ciertos acontecimientos agradables
(ver la TV, tener la puerta abierta a la hora de acostarse, etc.) si el niño
manifiesta conductas inadecuadas. Todo ello debemos hacerlo de un modo
tranquilo, sereno y sin muchas palabras. También es conveniente poner en
práctica la sugerencia nº 2.
4. Tiempo-fuera o aislamiento.
Hay muchas situaciones en las que es difícil ignorar la conducta del
niño, bien porque “el prestar” o “no prestar atención” no depende de nosotros
(atención de otros niños, hermanos o adultos) o bien porque existe la necesidad
de su interrupción inmediata (por ejemplo: agresión a otro niño). En estos
casos puede ser muy útil el sacar al niño de la situación donde muestra su
conducta inadecuada y trasladarle a un lugar donde no exista la posibilidad de
obtener reforzamiento. Para que este procedimiento sea eficaz es necesario
seguir una serie de reglas:
El lugar al que se traslade al niño no debe ser amenazante para él, pero si aislado y aburrido .Si le llevamos a su habitación y allí puede ponerse a jugar, el “tiempo-fuera” puede resultar ineficaz. Del mismo modo, si le sacamos de la clase al pasillo y allí está una hora jugando con otro alumno a las canicas y al mismo tiempo puede evitar con eso las “molestias” que la clase supone (atender, hacer las tareas, que te pregunten), no habremos adelantado nada.
El traslado debe hacerse inmediatamente después de que ocurra la conducta inadecuada. No se trata de descargar un momento de enfado nuestro, no es una venganza. Por esta razón debe hacerse con calma y firmeza, pero sin gritos ni agresión y anunciando el objetivo y el tiempo que durará (“cuando dejes de gritar y estar tranquilo, podrás salir y volverás con nosotros a cenar”).
Es normal que al principio el niño proteste, se enfade, e incluso llore mientras está en el lugar donde le hayamos trasladado, cuando eso es así no debemos sacarle de la habitación, no debemos interrumpir el tiempo-fuera hasta que cesen esos comportamientos inadecuados.
¿Cuánto tiempo debe durar ese tiempo fuera? Hay una regla: tres minutos por año que tenga el niño. A este procedimiento también se le llama “período de reflexión”, un tiempo para pensar por qué no debemos comportarte de manera inadecuada, valorar las ventajas de comportarse de manera adecuada. Aunque esto sea así, debemos tener cuidado y no tener como objetivo el que el niño al salir del tiempo fuera sea capaz de razonarnos perfectamente las respuestas de esas preguntas. Dependiendo de la edad seremos nosotros mismos los que verbalicemos en voz alta las respuestas. Lo más importante va a ser el cambio en su comportamiento.
El lugar al que se traslade al niño no debe ser amenazante para él, pero si aislado y aburrido .Si le llevamos a su habitación y allí puede ponerse a jugar, el “tiempo-fuera” puede resultar ineficaz. Del mismo modo, si le sacamos de la clase al pasillo y allí está una hora jugando con otro alumno a las canicas y al mismo tiempo puede evitar con eso las “molestias” que la clase supone (atender, hacer las tareas, que te pregunten), no habremos adelantado nada.
El traslado debe hacerse inmediatamente después de que ocurra la conducta inadecuada. No se trata de descargar un momento de enfado nuestro, no es una venganza. Por esta razón debe hacerse con calma y firmeza, pero sin gritos ni agresión y anunciando el objetivo y el tiempo que durará (“cuando dejes de gritar y estar tranquilo, podrás salir y volverás con nosotros a cenar”).
Es normal que al principio el niño proteste, se enfade, e incluso llore mientras está en el lugar donde le hayamos trasladado, cuando eso es así no debemos sacarle de la habitación, no debemos interrumpir el tiempo-fuera hasta que cesen esos comportamientos inadecuados.
¿Cuánto tiempo debe durar ese tiempo fuera? Hay una regla: tres minutos por año que tenga el niño. A este procedimiento también se le llama “período de reflexión”, un tiempo para pensar por qué no debemos comportarte de manera inadecuada, valorar las ventajas de comportarse de manera adecuada. Aunque esto sea así, debemos tener cuidado y no tener como objetivo el que el niño al salir del tiempo fuera sea capaz de razonarnos perfectamente las respuestas de esas preguntas. Dependiendo de la edad seremos nosotros mismos los que verbalicemos en voz alta las respuestas. Lo más importante va a ser el cambio en su comportamiento.
María Navas Garrido
1ºB Grado de Maestro en Educación Infantil
Profesor: Daniel Rodríguez Arenas
Asignatura: El proceso educativo en la etapa
infantil
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